Revista de Cultura Popular, Andaluza y Flamenca
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Enrique Morente: Hace doce años que murió y su recuerdo sigue vivo

Es en esta obra, “Se hace camino al andar”, donde Morente reivindica su papel de artista, entendiendo como tal su capacidad de sorpresa, los giros que imprime a su obra y su vitalidad creadora

16/12/2022. Paco Vargas
Aticoizquierdaflamenco.blogspot.com



Esencia y Libertad
Por Paco Vargas

Dedicado a Estrella Morente


Preludio
Artista es quien es capaz de ver lo imaginado y además posee la técnica precisa para hacer tangible a los demás aquello que él sólo ha visto u oído, tocado o saboreado, soñado, en definitiva, pues todo aquello que acaba siendo arte empezó como un sueño.

La creatividad ha guiado desde siempre la evolución artística, aunque no ella de manera uniquita, pues sabido es que otras muchas cosas y sucesos interfieren en el resultado final de cualquier proceso artístico. Pero la creatividad se nos antoja primordial porque ella es parte misma del artista, en ella descansa la idea, el sueño, el riesgo, la gloria y el fracaso. Con ella duerme la pasión o el frío, el temblor o la indiferencia, la emoción, la técnica, el diálogo de la voz y el cante. Y ella es la madre del cantaor o de la cantaora artista, aunque de vez en cuando amamante al cantaor o a la cantaora intérprete: siempre fue una buena madrastra, incluso para aquellos que hicieron de la ramplonería una forma de cantar.

Lo anterior viene porque al final cualquier concepto acaba siendo asociado a alguien. Pues bien, el de creatividad nosotros lo identificamos con Enrique Morente. No sólo con él, porque evidentemente no es el único depositario de tal cualidad. O sea, que si el flamenco fuera exacto, que no lo es, tendríamos que emitir la siguiente fórmula: Morente = Creatividad. Porque no ha habido desde cincuenta años para acá ningún cantaor o cantaora más creativo. Mejor dicho, que haya hecho de la creatividad consciente la permanente luz que ha guiado su concepto del cante a lo largo de toda su vida artística.

Los grandes creadores y/o recreadores -Antonio Chacón, Manuel Torre, La Niña de los Peines, Tomás Pavón, El Cojo de Málaga, Manuel Vallejo, Pepe Marchena, Manolo Caracol, Antonio Mairena, Camarón, Morente, Fosforito, por ejemplo-, cada cual, por razones diferentes, con la capacidad artística suficiente para ser tratados como tales, cada uno de ellos -y otros que no hemos nombrado- son los que han ido conformando las desiguales estéticas del cante flamenco, que son las que permanecen en la actualidad.

Esencia y libertad
Así era y así se aceptaba: que cada cual cante como sepa y como quiera porque nadie está en posesión de la verdad del cante. Pero, ay, llegaron los veladores de la pureza, los conservacionistas -conservadores en lo ideológico, porque si no son muy difíciles de entender ciertas actitudes y posicionamientos-, aquellos que sólo veían nubes negras en lo por venir, los mismos que pretendieron hacer del cante flamenco un cortijo inaccesible en juerga permanente. Y en nombre de una palabra tan bella como las purezas intentaron acabar con la libertad que es inherente al cante flamenco entendido como arte. Por eso, en Córdoba, retomaron la idea de Falla, la del Concurso de Cante Jondo de 1922 en Granada, pero no desde la ingenuidad del genial músico, sino desde un posicionamiento apostólico contrario a cualquier posibilidad creadora. Más bien al contrario, fue una vuelta atrás pues en nombre de la ortodoxia se quiso acabar con la frescura creativa que hasta entonces había caracterizado al cante flamenco. Quizá por eso el nuevo orden lo primero que hizo fue etiquetar los cantes para que nadie pudiera salirse del carril flamenco que se empezó a construir en 1956 y se terminó en 1962, cuando se coronó al sumo pontífice de aquel movimiento concediéndole la Llave de Oro del Cante.

Es cierto, sin embargo, que el cante flamenco, después de la Guerra Civil, el que podía disfrutar o sufrir mucha gente, el flamenco espectáculo que se exhibía en cines, teatros y plazas de toros, no estaba en su mejor momento: grandes artistas tuvieron que conformarse con cantarle a los señoritos en los cuartos de ventas y cafés, cuando no en las casas de lenocinio porque el que pagaba -cuando lo hacía- así lo mandaba. Tampoco los espectáculos presentaban grandes novedades pues estaban en claro declive: las grandes figuras de la época conocida como Ópera Flamenca empezaron a inclinarse por el teatro, como escenario preferido e idóneo, donde podían ofrecer espectáculos con un cierto hilo argumental en torno siempre a su figura, que se erigía así en la protagonista única; o permitiendo como mucho que otra u otro ejerciera de pareja artística, casi siempre obligados por el empresario para darle más gancho al espectáculo: fue el caso, por ejemplo, de Caracol y Lola Flores. Todo esto desembocó en unos espectáculos carentes de calidad
encabezados por cantaores y cantaoras, sin apenas oficio ni aptitudes, que eran producto de la época y que cuando ésta dio paso a otra forma de ver el flamenco desaparecieron sin pena ni gloria.

Ante este estado de las cosas, tras la concesión a Mairena de la Llave de Oro del Cante, encabezado por él, surgió un movimiento (devenido en una dictadura intransigente y sectaria) que sería el encargado de imponer una nueva estética, con el objetivo doble de reivindicar (innecesariamente) el papel de un colectivo como el gitano en el nacimiento y evolución del cante flamenco, por una parte; y, por otra, el de anular cualquier intento de desviación del camino marcado por Mairena, que tan escaso estaba de apoyaturas que tuvo que inventarse unos maestros para que su concepto estético e ideológico del cante fuera creíble.

No obstante, lo anterior, el comienzo de esta nueva época, que bien pudiéramos tildar de neoclásica, sirve de revulsivo y acicate a los más jóvenes -los que luego formarían la Generación del 68 (Camarón, Morente, Menese, Lebrijano, Manuel Moneo, Agujetas, Pansequito, Juanito Villar, Manuel Mairena, Calixto Sánchez, Curro Malena, José de la Tomasa, Carmen Linares, etc.), que, encabezados por Fosforito, acatarían el mandato estético de Antonio Mairena así como sus enseñanzas, aunque algunos intentaron rupturas puntuales y solo dos, excepto en sus primeros tiempos, rompieron de manera radical y se enfrentaron abiertamente al movimiento mairenista: Enrique Morente y José Monje Cruz “Camarón de la Isla”; si bien, habría que matizar que mientras la ruptura de Morente es plenamente consciente, la de Camarón siempre estuvo guiada y tutelada por intereses más o menos comerciales a los que él accedió gustosamente.


La vitalidad creadora
¿Cómo se puede entender la evolución del cante flamenco si no es a través del proceso creativo de los artistas que le han ido dando forma? Porque, digámoslo de una vez: el cante flamenco lo es por los artistas. Es decir, que fueron y son ellos y ellas los que, partiendo de las diferentes músicas de carácter folclórico, han ido destilando sus ricas esencias hasta hacerlas bebibles pues en ricos caldos las convirtieron. Por lo tanto, admitamos el origen popular del cante flamenco, pero despojémoslo de cualquier connotación colectivista. El cante flamenco, en tanto que arte, en el momento de su alumbramiento, se sostiene en el individuo y nunca en la colectividad. Otra cosa es que se cree para el disfrute colectivo, para el goce de la masa, que tampoco tiene por qué ser así necesariamente. Sobre esto, Enrique Morente decía: “El cante flamenco lo tenemos que hacer los artistas profesionales del flamenco y no los demás.

El flamenco, como cualquier otro arte es un arte de profesionales, aunque muchas personas nos miren a veces con lupa como si dijeran: ¡Que bichitos tan interesantes!, ¡o algo así...Que música que viene del pueblo!... y tal cual... Y piensan muchas veces que a lo mejor hay que tener los dedos hinchados de coger papas para poder tocar la guitarra con sentimiento.
Mire usted, tan honrado es coger papas como tocar la guitarra. Pero yo le puedo asegurar a usted que un señor que tenga los dedos muy finos y remilgados no va a poder coger las papas bien cogidas: pero también le aseguro que un señor que tenga los dedos hinchados de coger papas no va a poder tocar la guitarra... Porque no tiene la digitación y porque no tiene la
dedicación. Esto es una profesión como otra cualquiera a la que hay que dedicarse por entero. Es un arte de profesionales: entonces, si hay que grabar por la mañana se graba por la mañana; por supuesto que es muy difícil y se hace mayor por la noche o por la tarde, porque la voz por la mañana no está despierta: está dormida; se despierta la voz cuando ya has andado, cuando te has movido; pero para eso no hace falta que sean las cuatro de la mañana.
Tengo una autocrítica muy dura. Terrible. La peor. Siempre estoy enfadado conmigo mismo. Uno no hace lo que quiere como uno quiere. Hoy hago bien
las cosas con las que sonaba hace diez años. Soy el Morente que hace diez años quería ser. No soy el Morente de hoy día.”

Basta con escuchar la discografía de Morente para comprobar lo antes escrito: tras la grabación de sus dos primeras obras “Cante Flamenco” y “Cantes Antiguos del Flamenco”, de corte clásico, junto a los guitarristas Félix de Utrera y Niño Ricardo, emprende un camino claramente renovador que da sus primeros pasos en “Homenaje Flamenco a Miguel Hernández”, donde, por ejemplo, en el romance y en las nanas deja entrever su disconformidad con la corriente de la época, y que continúa cuatro años después con “Se hace camino al andar” claramente rupturista con el neoclasicismo imperante, el mismo que todavía no le ha perdonado su irreverencia y su proverbial rebeldía. Ni falta que le hace, que todo hay que decirlo.

Es en esta obra, “Se hace camino al andar”, donde Morente reivindica su papel de artista, entendiendo como tal su capacidad de sorpresa, los giros que imprime a su obra y su vitalidad creadora, que son algunos de los aspectos que definen el arte vivo: el arte inmóvil no es arte, es plagio; porque en el arte - flamenco o no- quien no se la juega no conoce ni conocerá jamás el placer del fracaso ni la efímera gloria; y en ésta como en aquél, Enrique Morente jamás plagió.

Después de esta obra, que supuso un verdadero acto de liberación, vendría una de las mejores obras discográficas del último tercio del siglo XX: “Homenaje a Don Antonio Chacón” es una obra maestra que en su tiempo fue un alarde de valentía y justicia histórica -la flamencología oficial de la época (salvo contadas y valientes excepciones) ignoraba por completo al maestro jerezano-, puesto que se estaba reclamando la presencia, la memoria histórica, el cante como música, del gran maestro del cante flamenco de este siglo, porque de él viene la técnica cantaora que se ejercita todavía y la estructuración casi definitiva de gran parte de los estilos que conocemos en la actualidad. Yo creo que es con esta obra con la que más identificado se sentía Morente, porque en ella se da todo: la voz, la técnica, la tradición, la creación, la expresión y el perfecto diálogo con la sensibilidad tocaora de Pepe Habichuela.

Luego llegaría “Despegando”, cuyo título lo dice todo. Y tras él muchas y buenas obras, todas a caballo entre el más delicado respeto a la tradición y la provocación artística, pero todas siempre con la creación como norte. Ahí están, con la frescura a flor de piel, “Sacromonte”, “Morente-Sabicas”, “Misa Flamenca”, “Negra si tú supieras”, “Allegro Soleá y Fantasía de Cante Jondo”, “Omega”, o “Morente-Lorca”, por citar sólo algunas. A través de estos documentos sonoros y de otros más recientes podemos conocer la realidad creadora de Morente.

Enrique Morente era historia, esencia y creación, corazón y cabeza, ortodoxia y heterodoxia, tradición y evolución, sol que abrasa y nieve que ciega, parvulario y aula magna, prosa y poesía, prosaico día y encantadora noche, hoja perenne y flor de un día, salida y remate del cante que nace y muere con él. Si la contradicción -acicate siempre para la capacidad creativa, en tanto que nos enfrenta a nuestras dudas- enriquece al ser humano, Morente era millonario en vidas gastadas. Nadie, como él, más consciente y consecuentemente contradictorio. Nadie más libre y provocador de formas. Nadie más irreverente ni más respetuoso.

De sus aparentes saltos en el vacío devinieron explosiones de júbilo creador, siempre en pos de una nueva estética flamenca y de una renovada ética jonda que, tras remover las tranquilas aguas de un cante flamenco anodino y escasamente motivador, ha enfrentado al cante y sus protagonistas con la dicotomía liberizadora que nos enseña a seguir caminando o a convertirnos en piedra, quizá fatuamente esplendorosa al principio, pero que acaba siendo
enterrada por los lodos de lo putrefacto. Su motivación, por tanto, venía dada por la pura necesidad vital que reclamaba una libertad artística, precisa y preciosa para él, aunque innecesaria y hasta aterradora para el cantaor o la cantaora exentos del talento preciso para ser identificados como artistas.

El flamenco del siglo XXI
Morente, sin embargo, sentó las bases del cante flamenco del siglo XXI, cuyos resultados están ya aquí en sus mismos umbrales. Y lo hizo -lo está haciendo- desde el respeto, la disciplina y el compromiso; de tal modo que esa actitud, poco espectacular, aunque muy seria, ha ido calando, como si de una pesada gotera se tratara; impertinente y perenne, pero también muy apetecible. Pero no aceleremos las cosas ni privemos de su auténtico valor a quien verdaderamente lo tiene. Nunca el cante flamenco fue unívoco ni los artistas se dejaron adocenar. Ni el cante debe, ni debiera jamás ir, en una sola dirección: ahí está -sírvanos como ejemplo- Jerez que sigue manteniendo sus más tradicionales esencias. Ni fue, por lo más remoto, la intención del maestro granadino. Sin embargo, por la misma regla de tres, despojémonos de prejuicios y aceptemos la realidad de un cambio que ya está aquí. El cante
flamenco avanzó desde su nacimiento apoyándose en los fracasos creativos de quien se atrevió. Y el artista que lo hizo -y que lo hace- sólo es capaz de transformar el sueño en realidad cuando ha adquirido la seguridad necesaria que únicamente es capaz de dar el conocimiento. Lo demás es otro cantar, nunca mejor dicho.

Que su personalidad era controvertida y única, lo respeto. Que era –y es- la continuación de los grandes maestros, estoy de acuerdo. Que su inteligencia estaba por encima de la media, hay gente que no lo admite ni lo aguanta. Que su independencia irritaba, qué le vamos a hacer. Que su concepto artístico del cante era personal e intransferible, quién, en sus cabales, lo puede poner en duda. Que a veces nos parece su voz inexpresiva, escuchen, escuchen. Que se le acusa de falta de pasión rítmica y de no tener compás, sientan y midan. Que admiraba a los poetas y amaba a la poesía, sólo un corazón sensible propicia el gusto preciso para cantar bien y emocionar. Que el que firma lo admira con pasión, no lo duden. Lo admito sin ruborizarme, desde la honestidad que avala la verdad propia, porque estoy convencido de que nos encontramos ante un artista completo que eligió, para dar salida a sus más íntimos sentimientos, el cante flamenco porque nació flamenco; porque, según mi criterio, en él se daban más, que en ningún otro, oficio, personalidad, creatividad y compromiso con su obra y con el tiempo que le había tocado vivir, amén de unas cualidades para decir el cante que hoy nadie, con conocimiento de causa, se atreve a poner en duda. Así es. Y así lo asumo.

¿Quién es capaz de definir, de conceptualizar, el cante -forma y fondo- de Morente? Yo, desde luego, no, aunque parezca lo contrario. Sólo los genios - entendiendo la palabra desde su vertiente artística- logran crear escuela y convivir con ella liderándola. Únicamente los verdaderamente importantes sirven de guía a toda una generación de profesionales del cante. Aunque, de todos modos, el cante flamenco ha sido siempre -y lo seguirá siendo- lo que han querido sus creadores, los artistas. Y nadie con sentido común puede pretender que otros crean en su sueño, y mucho menos que lo canten. Simplemente porque estoy convencido de que es razonablemente imposible.

Sin embargo, sí me parece moderadamente viable enseñar a los más jóvenes a soñar y a ser libres. Claro que, eso sólo está en manos de quien fabrica los sueños y conoce, por tanto, todos y cada uno de los recursos y sortilegios necesarios para hacerlos realidad. Yo, humildemente, creo que Enrique Morente -ya inmortal-, era uno de ellos.



"GENTE SIN ESCRÚPULOS". NOVELA
"A CONTRACORRIENTE. POESÍA VIVIDA"

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Fuente: Revista Flamenca Fuente Vieja
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