Revista de Cultura Popular, Andaluza y Flamenca
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Sevilla rindió un merecido homenaje a Manuel Molina en una noche muy solidaria

Más de 50 artistas pasaron por el escenario del Fibes en un concierto benéfico a favor de su hijo con síndrome de Asperger

07 de febrero.


Revista Flamenca Fuente Vieja



En una mágica velada sevillana, donde las estrellas titilaban como compases flamencos en el firmamento, la brisa fría transportaba consigo ecos de música y solidaridad. En el majestuoso escenario del Fibes, se erigía un altar conmovedor en honor a la leyenda del flamenco, el inolvidable Manuel Molina Jiménez. Más de medio centenar de artistas, entre los que figuraban íntimos amigos del virtuoso artista, se congregaron para rendir homenaje a un maestro que, aunque partió en mayo de 2015, sigue vibrando en cada acorde y en la esencia misma del flamenco contemporáneo.

La noche del 19 de mayo marcó la despedida física de Manuel Molina, pero su legado persiste, tejido con las notas apasionadas y las colaboraciones memorables que lo convirtieron en un ícono del flamenco moderno. El auditorio del Fibes se llenó con el eco eterno de su contribución a la rica tradición musical flamenca y sevillana. Personas de todas las edades y gustos se unieron en un emotivo concierto benéfico, cuyos ingresos estaban destinados al hijo de Molina, quien enfrenta el desafío del síndrome de Asperger.

El escenario se presentó como el lienzo perfecto para esta noche única. Conforme las nueve de la noche se acercaban, el teatro se llenaba con la presencia de apasionados seguidores del flamenco. Tras 25 minutos de anticipación, el público, impaciente pero respetuoso, empezó a marcar el compás con palmas, tejiendo un ambiente que anticipaba la majestuosidad del espectáculo por venir. Las luces se desvanecieron, sumiendo el teatro en la penumbra, dejando solo la tenue luz de los focos sobre un escenario adornado con una silla blanca, donde reposaba una guitarra iluminada toda la noche. Este sencillo detalle buscaba mantener viva la presencia del maestro Molina durante la celebración.

El Fibes se transformó así en un altar musical, un lugar sagrado donde diversos cantaores, bailaores y guitarristas, algunos de ellos compañeros de Molina en el pasado, se sucedieron en un flujo continuo de notas llenas de nostalgia y reverencia. Cada acorde resonaba como un tributo a la genialidad musical de Molina, y las canciones que una vez brotaron de sus cuerdas, renacían con nueva vida en manos de los artistas que han heredado su legado.

La vigencia del cante de Manuel Molina y la atemporalidad de su mensaje se manifestaron con fuerza en este homenaje. Más de sesenta artistas, representantes del flamenco y otras músicas,
se unieron en FIBES para rendir tributo al maestro del compás pausado y la poesía de tres versos. El público, diverso en edades y gustos, llenó las más de tres mil butacas del auditorio, transformando la gala benéfica en un testimonio palpable del amor y respeto hacia Molina.

Nueve años después de su partida, la silla vacía y la guitarra iluminada en el escenario simbolizaban la nostalgia por su ausencia, pero no lograron apagar el espíritu festivo que impregnaba el ambiente. Se recordaba a un "artista irrepetible e inolvidable", a una de las figuras más personales, creativas y libres del arte jondo. Como advirtió en un extracto del documental que abrió la noche, "sin cantar no podría vivir, ni quiero".

El concierto se convirtió en un viaje a través de la trayectoria de Molina, explorando sus composiciones más icónicas y sus colaboraciones más destacadas. Cada artista, al poner su sello único en las interpretaciones, tejía un tapiz sonoro que capturaba la esencia del genio que fue Manuel Molina. El público, inmerso en este torrente de emociones y notas, experimentó una conexión única con la magia del flamenco y la inmortalidad de la música de Molina.

El homenaje no solo fue un recordatorio de la maestría musical de Molina, sino también un testimonio de su humanidad. Los beneficios del concierto, destinados al hijo de Molina afectado por el síndrome de Asperger, resaltaron la generosidad y el impacto positivo que la música puede tener en la sociedad. En cada acorde resonaba la solidaridad, uniendo a artistas y espectadores en un gesto hacia la familia Molina.

Así, la noche estrellada se convirtió en un lienzo donde se pintó el retrato de Manuel Molina, el maestro del flamenco cuya música sigue fluyendo como un río eterno. El Fibes, iluminado por la pasión de los artistas y la presencia espiritual de Molina, se erigió como un templo donde la dulzura del flamenco se entrelazó con la nobleza de un propósito benéfico. La esencia de Molina, su amor por la música y su legado perdurarán en cada nota, recordándonos que su arte trasciende el tiempo y que la verdadera grandeza reside en el impacto que dejamos en los corazones de quienes nos escuchan.





 
Fuente: Revista Flamenca Fuente Vieja
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