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A Rafael Romero ´La elegancia del cante´

Si hubiera que definir el cante de aquel gitano presumido y señorito con una sola palabra seria “elegancia”

14/01/2023.


Paco Vargas
https://aticoizquierdaflamenco.blogspot.com/


Quizá nos falte a los flamencos la necesaria devoción por los muertos, el amor agradecido a quienes nos dieron parte de su existir en forma de arte. Quizá no seamos capaces de entender las motivaciones artísticas de quien se deja la vida en cada cante y sólo nos quedemos en lo superficial de la fiesta. Quizá nos falte un corazón nuevo o ponernos a cantar hasta que duelan los riñones, para darnos cuenta de lo tremendamente difícil que es soltar un ay, un único ay, sin desentonar ni por fuera ni por dentro.

Quizá sea esta sociedad plastificada la que nos está volviendo artificialmente inhumanos, tanto que a nuestros dioses los dejamos morir en la indigencia o en el olvido. Rafael Romero "El Gallina" era uno de esos dioses. Al menos, para mí lo era. Por eso escribo estas líneas, para contribuir a que su memoria permanezca indeleble en la nuestra. De seguir vivo, el día 9 de octubre cumpliría cien años.

Que sus comienzos, siendo un niño, fueran como bailaor o como cantaor es cuestión baladí. Poco importa, pues el hecho no tiene más significado que el de una anécdota en su larga carrera artística. Sí importa decir que ese fue su tiempo del cante en las tabernas, donde era conocido como "El Gitanillo" o "El Señorito"; el tiempo del cante para comer él y su familia, del cante vendido a precio de saldo.

Fue un cantaor autodidacta que bebió en las raíces de su tierra iliturgitana, en los ambientes flamencos de Linares, y definitivamente en Madrid de la mano del guitarrista jerezano Perico el del Lunar, adonde llega con treinta y dos años. Es allí, con toda su familia en la capital, donde comienza a fraguarse una sólida y brillante carrera que comienza en “Villa Rosa”, donde comparte las noches con otros artistas habituales del famoso local, y continúa en el mítico tablao “Zambra”; o en el cine de la época ("Brindis a Manolete”, Llanto por un Bandido”, "El Arte de Vivir"…) que le daría una popularidad enorme. Su trabajo junto a Antonio Ruiz, Teresa y Luisillo, y José Greco es un eslabón más en su formación de cantaor completo. Y luego de la popularidad y el reconocimiento, las giras por el extranjero (Estados Unidos, "Scala" de Milán, Japón, cantando para el emperador Hiro-Hito), el éxito, los premios (Premio Nacional de Cante de la Cátedra de Flamencología de Jerez) y los homenajes (Andújar, con calle a su nombre, Jaén y Tokio, donde es titular de una peña flamenca)... Hasta su muerte en Madrid, el día 4 de enero de 1991, cuando sus postreras relaciones con el cante estuvieron teñidas de fatigas dobles y lacerantes olvidos. La última vez que le escuché cantar, de él sólo restaba la maestría y el digno orgullo
que únicamente mantienen los cantaores de raza. Y Rafael Romero lo era.

Pese a su abundante discografía, hemos de destacar su participación en la "Antología del Cante Flamenco" (1954), donde tiene registrados mirabrás, la caña, seguiriyas, peteneras, alboreás, tonás, martinetes y la debla; también en el "Archivo del Flamenco" (1968), antología en la que grabó tientos, rondeñas, garrotín y farruca; y, además, por su carácter esclarecedor, en el disco "Canta Jaén", editado con motivo del X Congreso de Actividades Flamencas (Jaén, 1.982), donde certificó las soleares al estilo de José Illanda y nos enseñó los "cantes de la madrugá".

Si hubiera que definir el cante de aquel gitano presumido y señorito con una sola palabra yo me inclinaría por “elegancia”. Así se podría conceptuar la estética cantaora de quien siempre guardó las formas aprendidas, aun cuando versionara estilos o les imprimiera su marchamo personal inconfundible. Su respeto para con sus maestros fue siempre exquisito, pero nunca fue un mero intérprete repetidor de lo escuchado: en todo lo que cantó -¡hasta en las sevillanas!- hay un matiz intransferible e inconfundible que hace que fuera distinto a todos. Su versión de la caña, que ha quedado como definitiva, su rondeña personal, la alboreá, que la interpretó a su manera, su concepto del cante por tientos, la petenera que adaptó a sus facultades para añadirle sensibilidad y cadencia musical, las soleares de José Illanda, los cantes mineros que él achacaba a la influencia de "El Tonto Caricadiós"… Todos esos cantes los rehízo Rafael Romero "El Gallina". Que en gloria esté.



"GENTE SIN ESCRÚPULOS". NOVELA
"A CONTRACORRIENTE. POESÍA VIVIDA"

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Fuente: Revista Flamenca Fuente Vieja
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