Revista de Cultura Popular, Andaluza y Flamenca
Hoy es Sábado, 14 de Septiembre de 2024
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Notas a pie de escenario

Escribir una crónica de cualquier acontecimiento cuando uno no está acostumbrado a hacerlo, es una tarea, cuanto menos difícil, y si encima la crónica es sobre un concurso de flamenco, viene a ser como lanzarse a volar desde un acantilado intentado dirigir el vuelo, a manotazos, sin tener las plumas que tienen las águilas por el mero hecho de serlo. Así que les ruego sean generosos conmigo si, en mi atrevimiento de haber aceptado enfrentarme a este riesgo, alguna cosa de las que digo pudiera chirriarles en los oídos o lo que sería aún peor, herirles en la sensibilidad que ustedes tengan por el conocimiento de este arte tan complejo del que yo seré, eternamente, un mero aprendiz

16 de agosto.

Jesús Morcillo






Escribía al asistir, el primer día, al comienzo de las semifinales, tras ver los primeros artistas que habían logrado pasar a presentarse al concurso, que si la cosa no tomaba otros tintes parecía, por lo flojas que eran las actuaciones, que la noche iba a ser larga y poco satisfactoria.

Empezábamos por tener que sufrir los acoples y los desajustes de los equipos de sonido y seguimos con la poca calidad de los artistas que, uno tras otro, actuaban y me preguntaba si realmente la culpa de esta falta de calidad no sería por lo mal que se habían hecho las cosas, en los años anteriores, ya que, a los jóvenes, que sin duda los hay despuntando en este maravilloso mundo del flamenco, se les habían quitado las ganas de presentarse al concurso.

Entre que los artistas que concursaban para el cante no daban la talla, la bailaora tampoco y que no había bailaores que hubiesen pasado la criba para competir este año, la verdad es que de mis labios solo salían resoplidos y ganas de que aquello terminase para marcharme a tomar unas copas con los amigos.

Había que añadirle, además, que en los programas que nos habían repartido, algunos de los cantes que habían apuntado no coincidían con los que se cantaron, que otras casillas estaban en blanco y no se anunciaba lo que iban a ejecutar, lo teníamos todo para que la noche fuese de las que uno quiere olvidar. Y eso que, personalmente, lo que más me gusta del festival siempre ha sido el concurso. Puedo asegurar que, aparte del jurado, soy de los pocos aficionados que se quedan sentados, sin moverse, todo el tiempo que duran las pruebas, en los bancos habilitados frente al escenario, para que los fotógrafos, acreditados, hagamos nuestro trabajo.

Hacia el final del concurso salió al escenario un cantaor que he de reconocer que canta más que bien, pero resulta que ha cogido como maestro a Morente y, pese a que entre Enrique y él hay un abismo, está empeñado en hacer los mismos cantes, tal como los hiciera su maestro, intentando imitarle hasta el punto de parecerse más de lo que sería conveniente. Cantó Minera, malagueña, seguiriya y tientos.

Comenzó con la minera que era lo que traía más flojo, le siguió la malagueña del Canario y claro, a Enrique el Canario le subía y bebía y uno se estremecía al oírlo, pero con Gregorio Moya no es lo mismo. La seguiriya la cantó con sentimiento siendo su mejor cante y como los tientos siempre es un gusto escucharlos pues la cosa estuvo bien. Pasar a la final pasará, pensé yo, pero este chico no sabe, ni se lo ha dicho nadie, que un artista que se empeña en imitar a otro, está completamente muerto, ya de salida. Y así terminó la noche con más pena que gloria.


El jueves, segundo día de semifinales.

Uno tras otro fuimos viendo a los concursantes y la cosa parecía que esa noche iba a ser muchísimo mejor así que, de una u otra manera, estábamos los aficionados disfrutando del concurso más que el día anterior. Pese a eso no puedo dejar de decir que, tras tantos años de venir a La Unión a disfrutar del festival me molesta, más que mucho, que muchos concursantes se empeñen en cantar siempre las mismas letras mineras, que se repiten año tras año, tanto en las pruebas de selección, como en las semifinales y por supuesto el día que se presentan a cantar en la final. Este año, por primera vez, a los artistas se les pide que, obligatoriamente, el día de la final cambien, por sorteo, al menos un tema.

Eso está bien porque, si no, un artista se puede preparar tres o cuatro cantes y repetirlos a lo largo de todo un año hasta bordarlos y al final ganar la Lámpara Minera sin saber cantar nada más que lo que se ha preparado. Solo es cosa de pasarse el año repitiéndolos como podría hacerlo un loro.

Esa noche los artistas fueron todos, en general, muy superiores a lo que vimos el día anterior, sobre todo uno que, a mí, personalmente, me tiene embelesado desde el primer día que le descubrí en este mismo escenario al que vino a concursar. Me refiero a Jesús Corbacho. No solo porque cantó muy bien, como siempre hace, eso también lo hacen otros muchos cantaores, sino porque es el más artista, con diferencia, de todos los que van a presentarse este año al concurso. Me refiero al Arte con mayúsculas que es el que tienen los poseedores de una fuerte personalidad que les diferencia del resto de artistas.

Empezó cantando una malagueña con tanta personalidad que me arrebató. David Caro, guitarrista que le acompaña, toca tan bonito. Acto seguido nos cantó, magistralmente, una taranta. No en vano le reclaman muchísimos bailaores y bailaoras para cantar “p'atras” en sus espectáculos. ¡Algo tiene el agua cuando la bendicen!

La minera la cantó bien, pero es que, aunque así no hubiese sido, tiene tanta personalidad que pellizca aun no queriendo. Hay tanto duende en Jesús que el resto de cantaores quedan todos desvaídos. Y finalmente nos recitó, cantando, una guajira que de haber estado Marchena sentado ese día escuchándolo, hubiese sentido envidia al oírle cantarla con tanto gusto, haciendo filigranas con su voz, como no hay otro en la actualidad que sea capaz de hacerlas. Al finalizar no pude evitar levantarme y gritarle unos oles emocionados y sentidos. Nadie, aparte de Eduardo Guerrero y alguno de los artistas que forman parte de su espectáculo, han logrado emocionarme tanto este año.

También esa misma noche escribía en mi crónica particular diaria, sobre la bailaora japonesa: “Después de escuchar a una joven guitarrista le correspondió bailar a una bailaora japonesa llamada La Yunco Hagiwara. La chica lo hizo muy bien, sin duda. Vimos que venía con la lección aprendida y la afición cosida en las costuras de su vestido. Nos bailó, primeramente, un taranto y para finalizar la noche del concurso, una soleá.

¿Hoy que ya está totalmente admitido, al menos legalmente, que para ser del sexo que se desee ser, no es obligatorio haber nacido con unos u otros atributos sexuales, también debemos de aceptar que para ser y sentir el Flamenco no importa el lugar en donde uno u otra haya nacido, ni el corsé que antes oprimía el cuerpo para bailar de una y otra forma, según se bailara en hombre o en mujer, como vino a definir el baile, Vicente Escudero, porqué ha de extrañarnos que una bailaora japonesa pueda hacerlo con mucho arte demostrando que el deseo es suficiente para ser lo que se quiera ser, aunque que la Canea y Laura Santamaría bailen con otra intensidad y finalmente, una de las dos, para mí la Canea, termine llevándose el premio Desplante?”

Al final no fue así y esta decisión encendió la polémica.


La noche del viernes, al finalizar las semifinales, los elegidos para la final fueron:

Instrumentistas:
Lorenzo Moya (Taranta y Bulerías)
José El Marqués (Farruca y aires de Guajira)

Cante:
Gregorio Moya (Minera, Taranta por sorteo, y Malagueña)
Andreles (Taranto y Seguiriya)
José Plantón (Taranto y Petenera)
Jesús Corbacho (Minera, Taranta, Malagueña y Guajira)
Isco Heredia (Taranta)
Anabel de Vico (Cartagenera)
José Antonio Romero (Alegrías)
Iván Carpio (Minera, Cartagenera, Malagueña y Seguiriya)

Toque:
Marcos de Silva (Taranta y Alegrias)
Joni Jiménez (Taranta y Soleá)

Baile:
La Yunko Hagiwara (Cantiñas)
María Canea (Soleá por Bulerías)
Laura Santamaría (Seguiriya)



Notas de la noche de la final

El primero en concursar fue Lorenzo Moya interpretando, al piano, taranta y bulerías. Esa noche, personalmente, me gustó más que en las semifinales.

Le siguió José el Marqués tocando al violonchelo, farruca y aires de guajira. No cabe duda de que es un gran músico, pero si la farruca fue difícil encontrarla, en la composición que tocó, los aires de la guajira quedaron tan lejos que tampoco pude sentirlos saliendo de las cuerdas de su violonchelo más que en un momento, ya al final, cuando golpeándolas con las yemas de los dedos, llegaron a nuestros oídos unas ligeras brisas de aquella lejana Cuba. Puedo asegurar que esa noche el flamenco no estuvo en el alma de aquel maravilloso instrumento.


Le tocaba el turno a Gregorio Moya para cantarnos, minera, taranta por sorteo y malagueña. Comienza cantando la malagueña. Los recuerdos a Morente son evidentes en este chico. Sin duda canta muy bien, lástima que se ciña tanto al maestro. Sigue con la taranta. Da gusto escucharlo. Sin duda tiene buen gusto y conocimiento de los cantes. En este cante se pareció menos a Enrique. El guitarrista algo flojo. Una lástima. La minera, ha sido bonita, pero mal acompañada.

La Yunko Hagiwara. Cantiñas. Ha bailado con gracia y hemos podido comprobar como también otros pueblos, enormemente alejados de España, pueden empaparse del Arte Flamenco.

Marcos de Silva. Taranta y alegrías. Este chiquillo toca la guitarra con un gusto que arrebata siendo tan joven. Ole tú, futura figura. ¡Viva la madre que te parió, criatura! ¡Qué manera tan limpia y bonita de tocar!

Le siguió Andreles. Taranta y Seguiríya. Cantó la Taranta sin pena ni gloria, al igual que la Seguiríya. Antonio Muñoz le tocó muy bonito. ¿Qué cosas tiene el arte que, en el pensamiento, cuando alguien no me emociona, no me salen las palabras? No importa nada que quien cante lo haga bien.

Y le tocó el turno a José Platón. Taranto y Petenera Comienza con la petenera y nada más comenzar se nos ha ido. ¡No va a venir Pastora a escucharte chico! ¿La verdad es que no entiendo cómo, la otra noche, le pasaron ese cante? Seguramente porque solo él cantó este palo tan sentido. Al terminarla Antonio Muñoz ha hecho el gesto de levantarse y marcharse. Parecía que él también se había aburrido. Bromas aparte. ¡Una mala tarde la tiene cualquiera!

Y entró en el escenario María Canea para bailar soleá por bulerías. Ha estado flamenca, suelta, artista y poderosa. ¡Olé tú, chula! El otro día la llené de adulaciones diciendo que se la veía que había venido a ganar y había echado el resto.

Y le tocó el turno a Jesús Corbacho. Minera, taranta, malagueña y guajira. Hablar más de Jesús de lo que he dicho anteriormente me parece ya una repetición excesiva de piropos y cabalgatas florales. ¿Qué podría decir más que no resultara empalagoso?

Isco Heredia. Taranta. Madre del amor hermoso después de escuchar a Jesús todo suena a lo tantas veces oído y repetido, aunque la taranta la cantó perfectamente. ¡Qué cosas tiene este corazón mío!

Y le sigue Anabel de Vico con una Cartagenera. Mira que cantando tan bien como canta, Anabel y ya todo me suena a cante enlatado con ajonesa.

José Antonio Romero. Alegrías. Este chico canta las alegrías muy bonitas. Las cosas son como son. No sería de extrañar que se las premien.

Joni Jiménez. Taranta y soleá. Sin duda toca la guitarra maravillosamente bien, con mucho gusto y sentimiento. La cosa va a estar reñida. ¿Cómo poder tomar partido en estos casos, sí gane quien gane, lo tienen merecido?

¡Agua! Qué buen gusto madre. Qué buen gusto. Si la soleá fuese agua, en las cuerdas de este chico me ahogara, yo, muy a gusto.


Iván Carpio. Minera, cartagenera, malagueña y seguiríya. Malagueña. No empezamos bien. Nosotros sí, pero él anda colgado en el mismo borde del abismo y siento cómo se va hacia el vacío que hay al fondo del acantilado al que te arrojan los nervios cuando te enfrentas a pitones tan afilados como son los de la responsabilidad de ganarte la gloria en este escenario, pese a que el guitarrista le da sus alas para elevarlo sobre el suelo al que, sin remedio, se precipita.

Cartagenera. Esta noche este chico se ha perdido por callejones oscuros en donde los sonidos negros se fueron alejando hasta perderse entre la espesa neblina del compromiso. Minera. Y en las minas se acabaron sus soñadas ilusiones, hundiéndose en una galería de angostas profundidades. Hasta la Seguiríya, que ayer la cantó muy bien, hoy es un valle de lágrimas. Qué cosas, ayer cantando tan bien y hoy ha sido un completo desastre.

Le sigue Laura Santamaría bailando por Seguiríyas. Laura bailó, poniendo pasión y conocimiento la seguiríya que le correspondía bailar y gustó mucho al público que sabiendo que es de familia murciana le aplaudió efusivamente.

Los premios

Y tras esperar un rato llegaron los premios. Todo parece ir bien cuando se ha apostado por alguien y el jurado coincide con tus gustos. Uno se siente el más entendido del mundo y el más feliz de la tierra. Pero ¡ay! cuando eso no sucede y el jurado decide llevarnos la contraria, la cosa cambia. Y es que la mayoría habíamos dado por ganadora a la que finalmente no lo fue. Incluso a mí se me puso un poco de mal cuerpo pese a que la lámpara y los demás premios consideraba que habían estado muy bien dados.


Y después salí y en la calle pregunté y todos parecían contrariados, tanto los aficionados con los que hablaba como los mismos artistas que conozco, que también andaban disgustados.

Y así andaba yo dándole vueltas y más vueltas al asunto, durante un buen rato. Y unos me decían unas cosas y otros me explicaban que se ha de bailar al cante y a compás y no al compás y al cantaor. Y hablando, hablando y meditando, meditando, me di cuenta de que también existen unas normas que la mayoría de personas no sabemos y que pese a no tener ni idea juzgamos por las bravas y nos enfadamos cuando nos llevan la contraria, incluso cuando quienes nos la llevan sean infinitamente más sabios que nosotros. Tras la sofoquina uno comienza a razonar y la luz, cuando uno la busca, sin duda llega.

Y uno piensa… ¿Si el jurado está compuesto por cuatro personas de las que nadie pone en duda su conocimiento, ya que una de ellas es uno de los periodistas más respetados entre los aficionados al flamenco que además es un conocido defensor de lo que en el flamenco se llama la pureza, otro es escritor de libros sobre el flamenco, además de reconocido conferenciante, productor de discos de los mejores artistas flamencos, desde hace mucho tiempo y que además de todo eso es capaz de acompañar a la guitarra a cualquier monstruo flamenco que se lo pida y sabe más de flamenco que nadie, la otra es una estudiosa del arte flamenco en su conjunto y especialista en el baile que desde hace casi cincuenta años anda paseándose por toda la geografía española y relacionándose con los más grandes artistas entre los que estaban Paco de Lucía, Camarón y tantos y tantos que serían imposibles de enumerar, entre guitarristas, cantaores y los más famosos artistas del baile con los que, en el mayor número de ellos, cuenta con su amistad, no en vano reside en Triana desde hace cuarenta años y puedo asegurar, porque los conozco personalmente por haber estado con los dos, muchísimas horas, que Kyoko es la enciclopedia viva del flamenco, tanto es así que José Manuel Gamboa cuando no recuerda un nombre o cualquier otra cosa, es a ella a quien acude para que se lo recuerde, y el cuarto, es Paco Paredes, que presidía el jurado, y seguramente es el menos conocido como lo son los otros tres, yo que lo conozco desde hace muchísimos años, él fue el que creo, en mí, las ganas de acercarme a ver el festival de La Unión, su pueblo, también escribe libros de estudios realizados a artistas flamencos, da conferencias y se encarga de presentar encuentros flamencos a lo largo y ancho de la geografía española porque el flamenco, para él, es como una droga, ¿cómo es posible que en mi ceguera, cargada de soberbia y ego, pueda poner en duda la validez de su veredicto, conociéndolos como los conozco y sabiendo lo que todos ellos saben de flamenco?


¿Cómo puedo tener la más mínima duda, cuando lo analizo quitándome la venda de mis ojos, de que Kyoko pudiese ser capaz de darle el premio Desplante a una bailaora que no fuese quien realmente se lo mereciera, si esta mujer sabe tanto de flamenco, en sus tres vertientes, baile, toque y cante, que podríamos decir que tiene en su cabeza el Cosío del Flamenco?

Y entonces, entre unos pensamientos y otros, intentando siempre aprender, me viene a la sesera. El baile, es uno de los tres pies sobre los que se sostiene el Flamenco, y al igual que el cante y el toque, tiene sus normas, y esas normas cuando se va a un concurso se han de cumplir a rajatabla, al igual que se han cumplir para aprobar las que rigen en cualquier examen.

Lo primero que hemos de asumir es que los exámenes anteriores que sirvieron para seguir presentándose a la siguiente prueba, ya no los tienen en cuenta los jurados porque ahora lo que se valora es la prueba siguiente. Entonces todas las conjeturas que uno se ha hecho dando los premios de antemano, a los artistas que más nos han gustado, al jurado no le sirven de nada, y como es lógico tampoco les han de servir de referencia para la prueba siguiente. Juzgarán lo que vean que sucede el día de la final. Lo anterior no cuenta. Es por eso que se han de volver a examinar de nuevo los concursantes y ceñirse a las normas del nuevo baile al que se enfrentan. Ya no vale lo que se hiciera en el otro. Es ese, precisamente, el que les puntúan para poder ganar en la final y no los dos del otro día, por mucho que nosotros ya le hubiésemos dado el premio con anterioridad. Viene a ser como los juicios paralelos que se hacen en la tele, sin ser el juez que ha de juzgar quien dictamine.

Y entonces digo, ¿quién soy yo para decir si la decisión que han tomado por unanimidad estos pedazos de monstruos del conocimiento flamenco ha estado bien o mal? ¿Pero cómo puedo ser tan prepotente de poner en cuestión su decisión, si además los conozco y sé de su independencia y su valía? ¿Cómo puedo ser tan necio si, además, de baile no tengo ni idea, más allá de decir si me gusta o no, cómo han bailado?

En un espectáculo propio, el bailaor puede interpretar y expresarse como él quiera, sin tener que ceñirse a nada que no sea su propio sentimiento, pero cuando uno va a un concurso, ha de ceñirse a las normas que hay ya establecidas.


El pueblo del sol naciente, todos lo sabemos, de verlo en las películas, es un pueblo acostumbrado a seguir las normas con un exquisita fidelidad respetando la tradición a las que cada cosa está sujeta, no nos hemos de extrañar entonces que puestos, como están, a estudiar el flamenco, tanto en el baile como en el toque, que al final son disciplinas que se apoyan en técnicas que cualquiera puede aprender, vayan apareciendo cada vez más artistas que las ejecuten con una pulcritud que nos resulte, hasta sorprendente.

En nuestro país somos más dados a dar rienda suelta a la creatividad saltándonos las normas, yo desde luego lo prefiero, por eso jamás me he presentado a ningún concurso.







Fotografías:
Jesús Morcillo Franch
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