13 de agosto.
Jesús Morcillo
«Estaba marcado en mi destino que, siendo nieto y sobrino de mineros, hijo de padre murciano, concretamente de la pedanía de Lorca, La Paca, esta tierra tuviese preparado para mí algo que cambiaría el rumbo de mi vida»
Nos recordó la emoción y la ilusión con las que llegó a La Unión acompañado del guitarrista
Juan Ramón Caro, al que hizo subir al escenario para, entre los dos, contar como fue aquel largo viaje desde la Ciudad Condal hasta Cartagena, aprendiendo los cantes mineros durante el trayecto. Anécdota que resultó muy emotiva.
Después se dió paso a la actuación de los artistas que el verano pasado consiguieron los preciados galardones y la noche se hizo larga. Los organizadores no tienen en cuenta que entre uno y otro hay que preparar el escenario y eso lleva, como es lógico, su tiempo. Si además cada uno de ellos tiene tres temas que interpretar y el bailaor y bailaora, dos más, cada uno de ellos, la noche se hace al final un poco pesada.
La gente se cansa y muchos se van porque se termina muy tarde. Concretamente cinco horas después. Pero así es el Flamenco. Como todo aficionado sabe es el espectáculo que, entre unas cosas y otras, nos hace llegar a casa a altas horas de la madrugada.
Decía
Morente que las gafas de sol se habían inventado para proteger los ojos de los flamencos, en esas mañanas soleadas a las que uno tenía que enfrentarse, después de haber pasado una larga noche de juerga.
La gala no fue especialmente memorable, aunque como pasa en el mundo del toro, siempre hay detalles que hacen que la velada haya merecido la pena vivirse.
Raúl Pérez pianista que ganó el Filón, tocó bien, no digo que no, todos los artistas que ganan los premios, suelen tenerlo merecido y no solo ellos, porque lo normal es que quienes llegan a presentarse al concurso pasan, generalmente, todos con nota de notable alto, pero su actuación con el grupo que le acompañaba resulto deslavazada, algunas veces incluso descompasada —no sé si el no tener chivatos en el escenario que les ayudase a los músicos a escuchar a sus compañeros fuera lo tuvo la culpa— pero la realidad es que aquello no sonaba encajado.
Después llegó la pausa y quitar el piano, limpiar el escenario y colocar las sillas para que se sentaran los artistas, tomó su tiempo, hasta que pudo salir
Yoel Vargas, ganador del Desplante masculino del año 2023. El chico bailó muy bien. Le puso ganas y gustó al público que es de lo que se trata. Ganas no le faltaron, ni tampoco facultades y conocimiento para ofrecer un espectáculo vistoso. Dos bailes le correspondían y un intermedio que aprovecharon sus compañeros para amenizarnos mientras él se cambiaba de ropa para el otro baile.
Juan Luis Campos Triguero, “El Poti”, salió seguidamente, tocando la sonanta con la que consiguiera su merecido premio para ofrecernos un primer tema él solo, y el siguiente acompañado de
Raúl Pérez.
Y llegó la hora de
Rocío Luna, galardonada el año anterior con la Lámpara Minera. Y bien sea por los nervios, bien porque los hados no estaban en ese momento a su vera, pese a cantar muy bien, la actuación no resultó tan maravillosa como uno espera, muy al contrario del día siguiente que, acompañada a la guitarra por
David Caro, resultó brillantemente esplendorosa, puesta en el sitio, afinada y dulce cantando por derecho, con mucho gusto, demostrando que, sin ninguna duda, fue la justa merecedora del galardón con el que se la premió el año anterior. Su actuación del día siguiente fue en el Trasnoche Flamenco, en la terraza del Vinagrero, prestigioso restaurante unionense, frente a la venerada y respetada
Encarnación Fernández que se encontraba allí escuchándola. Me imagino que embelesada viendo lo bien que canta esta niña.
Finalmente, tras los aplausos que acompañaron el final de los tres temas que
Rocío Luna nos cantó. Salió a bailar la que fue para mí, claro, la estrella más radiante de la noche
Rocío Garrido. ¡Cómo baila esta mujer! Lo tiene todo para decir de ella que es una gran bailaora.
Destacar que en el intermedio entre los dos bailes que nos ofreció salió, en solitario,
David Caro que fue el guitarrista que le acompañaba. Este chico tiene un gusto exquisito y no me extraña que le llamen muchos artistas para que los acompañe. Tocó un tema precioso que muchos espectadores se perdieron por esa manía que tienen algunos de ponerse a hablar cuando las figuran dan paso a sus acompañantes, como si estos no tuviesen la categoría suficiente para prestarles la atención que se merecen. Me molesta, más que mucho, que algunos de los mal llamados respetables, no respeten el silencio necesario para escuchar a los artistas y en lugar de callarse o marcharse si no les gusta o no les apetece, se queden dando la vara o se molesten cuando les pides, educadamente, que se callen.
Fotografías:
Jesús Morcillo Franch